jueves, 12 de octubre de 2017

Transgénero brasileñas

triunfan en la escena musical reivindicando derechos

RÍO DE JANEIRO, 5 Oct 2017 (AFP) – Camila, Linn, Pepita, Assucena y Raquel, cantantes transgénero brasileñas, encontraron en la música un espacio de inclusión en un país que tiene el récord de homicidios de personas que no se identificaron con el sexo con el que nacieron. Con 123 asesinatos entre octubre de 2015 y setiembre de 2016, Brasil lidera un ranking de 33 países que en total registraron 295 asesinatos de personas trans en ese período, según la red Transgender Europe.
La Secretaría de Derechos Humanos registró 23 denuncias de homicidios trans entre junio y octubre de 2016. Entre marzo y agosto de 2017 el número se disparó a 109. Las historias de estas mujeres nos recuerdan que aún hay un largo camino por recorrer en materia de aceptación social.
 “Sobreviviente” 
Camila Monforte nació en el Complexo do Alemao, un conjunto de favelas de Rio. Tras ser expulsada de casa en la adolescencia, pasó a vivir y prostituirse en una estación de trenes.
Ahora vive en Sao Paulo con su hijo adoptivo de 21 años y se presenta en shows de música funk bajo el nombre MC Trans.
“Siempre supe quién era, desde niña, como transexual y como artista. El funk me abrió puertas y con eso mantengo a mi hijo y a mi madre”, cuenta Camila en los bastidores del primer baile LGBT de Rocinha, la mayor favela de Brasil.
“A través de la música, aprendí a cicatrizar mis traumas, rehice lazos con mi familia, reconstruí mi vida”, afirma.
Y ha llevado sus canciones que abordan la sensualidad del mundo LGBT a una audiencia mayor: tiene más de 600.000 seguidores en Facebook y videos en Youtube que rondan los cinco millones de reproducciones. Aunque el Estado brasileño reembolsa desde 2008 la cirugía para cambiar de sexo, esto no está en los planes de Camila. “Me encanta” ser como soy, afirma.
“Llegué a los 30 años, algo muy difícil para una trans brasileña”. Según las estadísticas oficiales, la expectativa de vida de los transgénero en Brasil era de 35 años en 2013, menos de la mitad de la media nacional, de 74,9 años.
“Me considero victoriosa no sólo por la música, sino por ser una sobreviviente en un país tan prejuicioso y transfóbico”.

Nacida hace 27 años en el interior de Sao Paulo, Linn da Quebrada se presenta en su vida cotidiana con ese nombre, aunque no es el mismo de su registro. Poder usar su nombre social en el documento es una de las reivindicaciones de la comunidad trans.
Su historia de transición comenzó con la ruptura con la iglesia de los Testigos de Jehová.
“A los 17 años, venía de una educación religiosa muy rígida y, al asumir mis deseos, fui desasociada”, explica Linn a la AFP.
“Dejé de atender a las expectativas de ser hombre o ser mujer y resolví atender mis propias expectativas”, relata después de bajar del escenario en el Museo de Arte de Rio.
Se define como “terrorista de género”, por la violencia discursiva con la que rebate las agresiones.
“Mi cuerpo es extremamente violentado para seguir determinadas normas; muchas veces es necesario responder con igual violencia. Ser terrorista de género tiene que ver con asumir riesgos con tu propio cuerpo, estar dispuesta a matar una parte de ti”, explica.
Su música, que mezcla rap y funk, representa a aquellos “relegados al espacio callejero, de la marginalidad”.
“No nos quieren en las escuelas, en el mercado de trabajo. Ahora estamos ocupando esos espacios”, explica.
‘Marica’
Raquel Virgínia, paulista de 28 años, y la bahiana Assucena Assucena, de 29, se conocieron hace siete años cuando cursaban la facultad de Historia.

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